Mucho antes de que terminara el siglo XIX el gobierno de Coahuila estaba ya consolidado. Las luchas armadas por la independencia de México, contra las intervenciones francesa y americana y contra los texanos independentistas iban quedando atrás; y nombres como «Nueva España», o «San Fernando», eran sólo cosas de los libros de historia. México, Coahuila, eran las nuevas designaciones de patria y terruño.
Entonces también hubo tiempo para honrar a los héroes. Un plumazo legislativo borró por siempre el nombre de Villa de Rosas y por la magia del poder estadual, la villa se convirtió en ciudad, y se llamó Zaragoza, como aquel coahuiltejano triunfante de la batalla de Puebla.
Por fin, las tierras fertilísimas del Valle de las Ánimas, que antaño disputaran nómadas y colonizadores, se colmaron de los extensos trigales que acaso soñaron un día el Virrey de Horcasitas y el Gobernador Rábago y Terán. El agua de los manantiales corrió también por cada manzana del pueblo que crecía y así, cada solar fue a la vez un jardín, una huerta y una parcela. Pronto el pueblo fue una nutrida mancha verdinegra de nogales, rodeada de dorados trigos; y ahí donde la tierra no era propia para la siembra, y allá al pie de la sierra, cundió el ganado.
Los latifundios prosperaron. Santa Fe, El Caballo, y San Fernando, eran los nombres de las haciendas más productivas; pero de entre todas, la Hacienda de San Fernando destacaba más. Propiedad de los Madero -los grandes terratenientes venidos del antiguo San Juan Bautista-, recordaba con su nombre a la villa fundada siglo y medio antes, sólo que, a diferencia de la villa, la hacienda producía tanto y para tantos que hasta allá llegó el ferrocarril un día. La nación progresista y europeizada que don Porfirio Díaz deseaba, demandaba también para sí el maíz y el trigo de San Fernando.
Luego entró el siglo XX y con él vino la revolución. No muy lejos de Zaragoza -en Jiménez-, los magonistas hicieron su primer intento fallido de derrocar a Díaz, pero aun así, la lucha armada posterior que logró dar al traste con la dictadura de Díaz y de paso con la prosperidad de muchas haciendas en otras partes de México, pareciera que en Zaragoza pasó de noche. La única resulta fue que Madero, el nieto del otrora dueño de la Hacienda de San Fernando, se convirtió en Presidente.
La revolución terminó y en Zaragoza la prosperidad seguía siendo la misma. Los ricos latifundistas dieron lugar a los ricos pequeños propietarios, aunque el tamaño de las propiedades, incluso recortado por el reparto agrario, seguía casi intacto: los ejidos se quedaban con las tierras de labor de las haciendas, pero las grandes extensiones de tierras ubicadas a la margen de los ríos, o al pie de la sierra, seguían en manos de unos cuantos. No habría problema en ello, porque la tierra era finalmente bastante para todos.
Cuando el régimen militar revolucionario empezó a dar lugar al régimen de los gobernantes civiles, un zaragocense -López Padilla- se convirtió en gobernador. Y como si todo estuviese condenado a las casualidades, sería el dueño del ahora llamado rancho de San Ildefonso; el mismo lugar donde en 1674, empezó a contarse toda la historia.
Así, mientras los nombres de San Fernando y San Ildefonso salían de vez en cuando desempolvarse del olvido, en Zaragoza todo seguía siendo paz. Se había pasado del afán por construir iglesias evangelizadoras al afán por construir escuelas. Las básicas, luego una secundaria, luego una preparatoria. Y al son de la prosperidad agrícola y ganadera que la revolución sólo cambió de manos, llegaron también los bancos, los clubes sociales, las tiendas y las carreteras.
Cuando se llegó a la segunda mitad del siglo XX, Zaragoza era ya completamente distinta. Las nuevas luchas se daban sólo al grito del «play ball» en el béisbol de los domingos y en el «cierren las puertas» de las peleas de gallos en la feria veraniega de cada año. Y cada medio día, el reloj de la iglesia señalaba la hora de servir la mesa, y cada tarde, a las 6 puntualmente, el silbato del tren anunciaba el fin de todas las jornadas laborales.
Corrían ya los años sesentas y setentas del milagro mexicano. Sonaba ya en cada casa la radio; y entonces, al calor de una copa, o acaso en el embriaguez de la alcanzada prosperidad, en una servilleta de cantina se escribió una canción:
«Ahora sí ya nos van a poner en el mapa / ahora sí, ya llegó la civilización / ya tenemos luz, agua, drenaje / teléfono, prepa y pavimentación /
Y hace poco / con gran alboroto / con llanto en los ojos / y grande emoción / distinguimos todos temblorosos / un mono borroso / en la televisión.»
Y al son de la música y de esa letra, se supo entonces que todas las luchas de antes, estaban ganadas.
muchas felicidades mi amigo norestense…
soy de ciudad acuña coahuila y no sabes que gusto me da que alguien hable sobre nuestra cultura y tradiciones.
me acuerdo cuando llegue a monterrey a estudiar mi carrera universitaria y les contaba de acuña muchos me preguntaban que donde estaba eso?? haha ahh no sabes que coraje me daba, pero ya pronto escucharan de aquellos rumbos vas a ver hahah
te felicito por tu blog y sigue adelante.
Gracias, arquitecto!! Y arriba Acuña!!, con todo y presa, rodeo y vida nocturna!!
Buscando las primeras poblaciones,villas, pueblos, cuidades que mis bizabuelos y tatarabuelos recorrieron en sus antepasados como soldados de cuera, logre encontrar este sitio. me da gusto pues es importante saver el pasado pero mas importante reconocer que ay futuro. me gusto su blog, sigan adelante, pongan una pagina de la historia, sus primeros pobladores, y unos cuantos census de los anos atras. Gracias y saludos.
Gracias por la reseña historica, muy interesante y bien lograda. Felicidades por este blog y como zaragozence me da satisfaccion y orgullo encontrar en la red sitios que le hagan honor a mi querido pueblo.
Gracias a ti, paisano, por la lectura. Bienvenido al blog, ojalá regreses por aquí.
Hola que gusto da leer historia de una parte de coahuila aunke no soy originaria de acuna me siento de aki pues aki vivo felicidades y denos mas historia
Gracias! Bienvenida.
Deverian dejar la cancion de zaragoza completa!
La necesito para una tarea y no aparace en ningun lado!
Buen, aporte soy originario de esta Ciudad de Zaragoza, es magnífica la descripción que hace, la forma tan amena del escrito y el remate del último párrafo que evoca la canción que era interpretada por el conjunto musical llamado «Los Apolo», comandados en ese entonces por el Profr. José Luis Terrazas. Gracias por estos recuerdos…
Me parece un resumen muy interesante d la historia de mi Pueblo, soy el cronista de Zaragoza y de su historia existen 5 libros y 6 novelas que he escrito, a este a sección di de casualidad ya que actualmente estoy preparando un nuevo libro con documentos inéditos sobre nuestra historia.. enhorabuena la difusión por estos medios…
Muchas gracias por su lectura y sus comentarios, un honor que haya pasado por este humilde blog, saludos con afecto!
Muy bonita forma de relatar la historia de Zaragoza, yo tuve el privilegio de nacer y crecer en esa tierra bendita. Mis abuelos paternos llegaron de el estado de Jalisco en el 1900 y se establecieron en San Ildefonso, donde se dedicaron a la agricultura que en esos años era una de las mejores formas de ganarse la vida. Mi padre, Don Alfonso González, nos relataba muchas historias de ese tiempo tan Hermoso y mágico. Espero seguir leyendo más sobre nuestro bello Zaragoza. Gracias por recordar esta pequeña Ciudad.