Sería cínico, una sinvergüenzada, que después de lo acontecido en Monterrey con Alex volvamos a ver el lecho del Santa Catarina destinado en su mayor parte a usos distintos al de soportar los caudales intempestivos del río en temporada de lluvias. Pero ¿saben qué? así lo volveremos a ver.
Los ciudadanos tenemos la oportunidad de reconsiderar cuál es el uso prioritario de ese cauce, podemos aprovechar la ocasión de que el canal de estiaje sea ampliado, que tenga mejor capacidad de conducción, que no se autorice de nuevo la instalación de canchas de fútbol en línea transversal a la del cauce del río, que no haya campos de golf con altos firmes que constituyan obstáculos, o enormes carpas que cubran mercados y que luego sirven de represa si el agua supera la capacidad del canal de estiaje. Podemos pensar en rediseñar las vialidades para evitar que éstas desciendan e invadan el lecho seco del río.
Pero aunque los ciudadanos queramos, las autoridades han mostrado ya su necedad al respecto. Pasada esta contingencia, limpiarán el canal de estiaje, dirán que lo que sucedió fue algo «atípico» que difícilmente volverá a suceder, se escudarán en que la ciudad está a salvo de inundaciones por crestas repentinas, gracias a la cortina rompepicos (que ciertamente cumplió su función, pero que sólo nos protege de 14 de los 34 cañones que captan el agua de la sierra) y que eso es bastante para asegurar que el cauce puede ser usado para otros fines durante varios años.
Los inversionistas, por su parte, dirán que operar canchas, carts, tees, mercados y otro tipo de negocios sobre el lecho del Santa Catarina, es rentable, porque si un año sus aguas suben y se llevan todo, 4, 6, 10 años les permiten operar con ganancias suficientes que compensen cualquier pérdida.
Y si Constitución y Morones Prieto sufren daños, y la vialidad permanece colapsada por varios meses, tampoco importa. Vendrá el gobierno federal al rescate, se reasignarán para la emergencia otros recursos del Estado y a la larga el suceso quedará en el olvido.
Así ha sucedido ya 2 veces y probablemente sucederá de nuevo, porque a lo ya dicho, se agrega que si las autoridades no pueden siquiera organizar la salida de esta contingencia, menos aún tendrán capacidad de pensar y decidir lo que se debe hacer para reducir el impacto por tempestades futuras y porque, finalmente, el peso económico de unos cuantos influye más que los intereses colectivos.
No es la primera devastación que el Santa Catarina causa sobre Monterrey, ni es la más fuerte, ni será la última. Otras vendrán, es tiempo de aprender la lección.