Por mi raza hablará el Piporro

Archive for the ‘Tamaulipas’ Category

Volver

In Tamaulipas on enero 7, 2017 at 10:23 pm

img_3818

Podría comenzar a escribir de las heladas blancas que hicieron noticia este día, pero no lo haré.

Diré que tan bellos como los días de heladas blancas en las cumbres de la Gran Sierra Plegada, son los días de niebla.

El otro día, un día de octubre, anduve por Altas Cumbres, en la sierra que enmarca el sur de Ciudad Victoria. Tenía años de no ir por ahí.

Allá a la altura de Janambres y de Altas Cumbres, me reencontré con los encinales que crecen entre las rocas y con las nieblas que los desdibujaban mientras la tarde caía y una caravana de bochos de todos colores serpenteaba en descenso sobre el viejo camino nacional 101.

Ya de bajada, mi compañía y yo nos detuvimos en el Satuario del Caminero -que supongo que algún día fue del Camionero-; y que a diferencia de hace algunos años, ahora luce jardines de mantos azules, de nochebuenas silvestres -y no enanas como las que adornan las navidades urbanas- y floripondios en jardineras de piedra.

Mientras mis acompañantes se tomaban selfis y demás fotos, yo finjía retratar la sierra, pero en realidad trataba de alejarme del ruido para poder identificar algo que parecían gritos de mujer, que venían de algún lado de la sierra, risas y gritos que poco a poco se fueron acercando a donde yo me iba a acercando y que dejaban de parecer de humano y empezaban a parecer de algún ave o de alguna fiera.

Pienso que pudieron haber sido de zorra, o de gato montés, o de un par de zorras o de un par de gatos monteses y no es que yo sepa mucho de eso, pero me intrigaron tanto que me puse a investigar cómo hacen esos animales.

Mientras me alejaba de mi compañía y me acercaba a una construcción abandonada y un viejo portón de un rancho, apenas visible entre la hierba, aquellos gritos o aullidos o maullidos también se aproximaban hacia mí, aunque luego se fueron alejando poco a poco hasta perderse en los valles y cañones de la sierra.

No hubo mejor fotografía que la de este recuerdo que tengo: la bella sierra perdiéndose entre la noche que empezaba a caer; y entre la niebla, entre el fresco de la noche otoñal y su naturaleza que parecía haberse acercado para reconocerme, para reencontrarme, para saludarme y hacerse presente y despés despedirse e irse alejando con su canto de aulllidos o maullidos o gritos de ave o de fiera desconocida, era la bella sierra siendo ella misma, sin las manchas la urbanidad, sin el temor de violencias humanas que de alguna manera también la han mantenido a salvo, momentáneamente.

Quién sabe cuándo vuelva. Como en muchas otras ocasiones y sobre muchos otros parajes, lo he dicho ya mil veces: tal vez no volví, tal vez todavía sigo ahí.

Anuncio publicitario

Cobardía. Infamia.

In Tamaulipas on junio 28, 2010 at 12:41 pm

Cuando asesinaron a Juan Antonio Guajardo, en Río Bravo, publiqué en otro blog lo siguiente:

«Hoy, a las seis de la tarde, Juan Antonio Guajardo fue asesinado, junto con dos elementos de la Agencia Federal de Investigaciones. La delincuencia lo calló.

El hecho por sí solo es lamentable. Cualquier pérdida de una vida humana en esas condiciones, lo es. Pero si pensamos que, además, el asesinado no sólo representaba sus propias ideas, intereses y convicciones, sino también las de cierto grupo de la comunidad, el mismo que lo llevó en más de una ocasión a ocupar puestos de elección popular, su asesinato supera lo lamentable, para convertirse en una infamia.

Por cierto, Juan Antonio Guajardo, desde su posición de candidato, denunció la infiltración del narco en las campañas políticas y la intimidación de que estaba siendo objeto por parte de la delincuencia organizada. Su muerte hoy, es la triste confirmación de una realidad política deleznable, en la que la delincuencia también juega sus cartas. Contra eso, habrá quienes opten por declarar en términos “políticamente correctos” que la narcopolítica no existe, pero a quienes así se pronuncien, una frase les aplicará cabalmente: no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Juan Antonio Guajardo es ahora un hombre muerto, pero con todo y sus arrebatos, en su comunidad, muchos lo recuerdan como un auténtico representante de su pueblo y como un funcionario público ejemplar. Sobre quienes ejercen ahora el poder en Tamaulipas, y especialmente, sobre quienes ejercen funciones de investigación criminal y procuración de justicia, hay una nueva carga: el asesinato de Juan Antonio Guajardo, no debe quedar impune, aunque quizás, como muchos otros crímenes en ese Estado, finalmente el tiempo lo condenará al olvido.

Y entonces la justicia -otra vez la justicia- quedará en evidencia. Y la delincuencia -otra vez la delincuencia- nos habrá ganado.»

Hoy, ante el asesinato de Rodolfo Torre, candidato del PRI al gobierno de Tamaulipas, pienso exactamente lo mismo. Descanse en paz. Mis condolencias a sus deudos y a los electores que se quedan sin su candidato.

Reynosa y los reynosenses

In Tamaulipas on marzo 11, 2010 at 4:38 pm

Viví y trabajé en Reynosa 3 años, tiempo suficiente para conocer a muchos reynosenes; y cuando digo reynosenses hablo de hombres y mujeres nacidos en Reynosa o sus inmiediaciones, hijos de hombres y mujeres nacidos en Reynosa y alrededores, es decir, que cuando digo que conocí a muchos reynosenses, hablo de tamaulipecos auténticos y no de foráneos recién llegados, como lo era yo.

Los conocí de todas las edades, ocupaciones, inclinaciones políticas, creencias religiosas y niveles sociales y puedo decir de todos ellos que son, sin excepción y hecha salvedad de las eventuales fallas propias de todo humano, hombres y mujeres de bien, entregados a sus trabajos y negocios honrados y a sus familias, ajenos al ambiente de la violencia y la clandestinidad.

Como buenos norestenses, los habitantes de Reynosa poseen una franqueza amable y una hospitalaria apertura a entablar amistades, comparten sin empacho con los visitantes la comunión de la cerveza, el fara fara y la carne asada y no dudan en bien recibir a aquellos que por cuestiones laborales llegan para quedarse en su comunidad.

Gracias a esa bonhomía de los reynosenses, son de Reynosa y viven en Reynosa algunas de mis mejores amistades y algunas de las personas que más han influido en mi vida y que merecen por ello un lugar especial en mi corazón.

Por eso me entristece lo que sucede en esa ciudad. No necesito describirlo, ya todos lo saben. Tampoco necesito poner aquí imágenes y videos de ello. No es el morbo por la violencia lo que me hace escribir estas líneas. Es, más bien, la conciencia de que en esa ciudad hay mucha gente noble y buena, personas con las que tuve oportunidad de compartir mi vida y que me dieron la oportunidad de entrar en su casa y hacerme sentir como en casa propia y que por las cualidades que ya he mencionado, creo que merecerían la esperanza de vivir tranquilos en su comunidad.

Una de esas amistades, me hizo llegar una sentida carta en la que expresa su pensar:

Reynosa, el estado de Tamaulipas, somos tú y yo, nuestras familias, los obreros, los empleados, las amas de casa, los niños llenos de alegría e inocencia, la esperanza y vitalidad de los jóvenes; los empresarios, los profesionistas, los industriales, que cada día nos levantamos y nos reinventamos para tener una vida digna, esto es Reynosa, esto es Tamaulipas, gente amigable, honesta, frontal y emprendedora.

Yo leo esa carta y me conmuevo en medio del contexto de donde esas expresiones brotan…. Y la vuelvo a leer y me vuelvo a conmover y me siento impotente de no poder hacer más.

Ojala que todo termine pronto, y que viva Reynosa y que vivan los reynosenses y que vivan en paz. Son gente noble y buena, vivir con alegría y tranquilidad es lo mínimo que se merecen. Y envío desde aquí un fuerte abrazo y mi solidaridad y compañía en la distancia a mis amigas y amigos reynosenses.

¡Enhorabuena, Monclova!

In Coahuila, Tamaulipas on febrero 10, 2010 at 11:56 am

Humberto Moreira -sabrán ustedes- no siempre es santo de mi devoción. La cultura, sin embargo, sí lo es. Por eso este día hacemos de tripas corazón y nos ponemos de pie (aunque ya lo estábamos, nada más que protestando), para brindarle un fuerte aplauso por ese “cumplido” que hace al pueblo de Monclova: un teatro para la ciudad.

Con bombo y platillo, merecidamente se entrega a la antigua capital del Estado ese espacio digno para que su gente aprecie y cultive las artes bellas, y se coloca así al centro de la Coahuila en la ruta de muchos espectáculos que antes le rehuían por su limitada infraestructura.

Quiera Dios y sobre todo la gente de Monclova, que los espectáculos inaugurales sean, en efecto, sólo el comienzo de muchos otros que a la sazón se vuelvan ordinarios por frecuentes en ese Teatro y, que a la vez, sirva ese recinto como espacio para que los monclovenses adentrados en las actividades artísticas y culturales puedan hacerse presentes en su pueblo.

Quiera también la administración de ese nuevo espacio, que éste sea lugar abierto y amigable para todo el pueblo y no se convierta en casino de lucimiento para la élites sociales.

Si algún día los administradores de ese espacio llegan a pasar por aquí, he aquí mis parabienes y un consejo: no olviden ustedes que la cultura, como fuente de riqueza intelectual y espiritual, ha de estar siempre al alcance de todos, no necesariamente en cantidad, pero al menos en calidad, y ha de ser prioritaria ante muchas otras inversiones.

Ejemplo de ello lo tenemos –no tan lejos-, en el Centro Cultural de Nuevo Laredo, donde hasta hace apenas un par de años (y de no ser porque alguien pensó que el recorte presupuestal debía empezar por los gastos en la cultura), se organizaba a instancia del Ayuntamiento un encuentro anual de danza contemporánea al que acudían las mejores escuelas y casas de danza del País y, como espectadores y alumnos de los talleres, centenares de personas de todas las edades y condiciones sociales.

A mí me dolió saber que ese encuentro no se celebraba más por razones de austeridad gubernamental y, seguro estoy, más dolió al pueblo de Nuevo Laredo que puntual esperaba su celebración cada año, e inclusive a algunos de las maestras y maestros que por amor a la danza, más allá del emolumento, gustosos compartían con el pueblo de Nuevo Laredo sus conocimientos y experiencias, adentrándolos así en el mágico mundo de la danza escénica.

Pero volviendo al punto, enhorabuena, pues, al pueblo de Monclova y haciendo de tripas corazón, un aplauso para el buen tino del profe Moreira.

“El Noresteño”

In Tamaulipas on diciembre 10, 2009 at 9:46 am

Es propio de tamaulipecos saber que la mayor parte del territorio de su estado fue por muchos años una sola hacienda.

En 1781, Antonio Urizar Estarda y Baltazar del Sauto recibieron de la Corona Española la merced de 658 sitios ubicados entre los ríos Conchos y Bravo, entre el Golfo de México y el Nuevo Reino de León, estableciéndose así uno de los latifundios más grandes y afamados del noreste: la Hacienda del Sauto o “La Sauteña”.

Su cabecera se ubicó en el pueblo llamado Colombres (sonaba bonito ¿no?). A las orillas del edificio mayor de la hacienda se establecieron las casas de los peones y con ello la hacienda contribuyó a la colonización de una parte del noreste, aunque sin satisfacer con ello las exigencias de poblamiento de la Corona.

Como su extensión era tan grande, la subsistencia de la merced se condicionó a llenar de poblaciones el territorio tamaulipeco en una medida que nunca se logró y, por ello, luego de la independencia, el gobierno provincial dispuso el fraccionamiento del fundo, dándose así el primer antecedente en México de lo que luego se denominó pomposamente reparto agrario. Eso fue por allá de 1833, casi 100 años antes de que Cárdenas empezara el suyo. (Caigan ahora sobre mí los sofistas de la revolución y díganme en misa cantada que una cosa y otra fueron eficazmente distintas, dada la trascendencia histórica y de justicia social revolucionaria de la creación de los ejidos)

 La Sauteña –o su nombre- detonó en el Noreste toda una tendencia: nombrar a los lugares mediante un nombre compuesto por la primera parte del apellido del propietario y el sufijo “eño” (propio para los gentilicios, las semejanzas y las pertenencias a algo), como nada más adecuado para marcar el territorio. De ahí surgieron los nombres de otras rancherías que hasta la fecha subsisten como poblados en Tamaulipas y el sur de Texas: El Garcieño, El Tomaseño, El Pereño, El Longoreño, El Galindeño, El Ramireño, derivados respectivamente de García, Tomás, Pérez, Longoria, Galindo y Ramírez.

Risueños nombres son los de esas poblaciones, y bonita esa costumbre que todavía siguen muchos rancheros norestenses al bautizar sus propiedades. Bien por ellos: conscientes o no, siguen haciendo honor a aquella hacienda «La Sauteña», dueña primera de la mayor parte del territorio de Tamaulipas y dan continuidad a una tendencia que terminó siendo una muy norestense tradición.

Nos leemos luego, raza. Felices fiestas Navid-EÑAS.