Por acá en el centro del noreste no le hemos hecho tanta testera, pero por allá en la frontera traen todo un alboroto por que la patrulla fronteriza de los Estados Unidos, pretende ejecutar un plan piloto para exterminar el carrizo que comúnmente crece a la orilla del Río Grande (o Bravo si quieren llamarle así), a lo largo de 16 millas lineales, pues lo considera un obstáculo para sus labores de vigilancia.

Carrizales en la vega del Río Grande/Bravo, a la altura de Eagle Pass
Varios grupos ecologistas, sobre todo mexicanos, y también una que otra autoridad, han puesto el grito en el cielo por las posibles consecuencias que dicho desmonte pudiera tener, particularmente si se realiza mediante la aplicación de químicos que pudieran agravar la situación del ya de por sí deteriorado ecosistema del Río.
Según desprendimos de algunas notas publicadas por El Zócalo (Piedras Negras) y En Línea Directa (Reynosa), el herbicida a utilizar tendría el activo llamado Imazapyr, comúnmente usado para la eliminación de maleza a la orilla de los jaigüeys americanos, clasificado en la categoría de baja toxicidad y no cancerígenos, por la agencia de protección al ambiente de los vecinos del norte, en el estudio de elegibilidad para registro previo a autorizar su uso (lo encuentran por aquí, en inglés).
El debate sobre la utilización de Imazapyr en la vega del Grande (o Bravo, si le quieren llamar así) ha tomado dos vertientes, a saber: el primero, relativo a la afectación que el herbicida traería a los humanos que habitan la frontera y que, en su mayoría, beben agua captada del Río que luego es potabilizada, y que también se usa para el riego de los sembradíos aledaños; y un segundo debate, relativo a la afectación a plantas distintas del carrizo y a la fauna riparia.
Buscando información sobre el tema, encontramos que cuando la EPA aprobó el uso de ese herbicida, en el documento mencionado antes, lo consideró no cancerígeno, de toxicidad baja y poco dañino para los humanos, tomando en cuenta que sólo causó efectos nocivos en algunos animales de laboratorio hasta después de dos años de ingesta continua; mientras que su permanencia en el ambiente, si se aplica correctamente, es a lo sumo de 48 horas, además de que se disuelve fácilmente en el agua y en el suelo se degrada por la interacción del sol y de algunos microorganismos.
En cambio, la EPA clasifica este herbicida como no selectivo, lo que implica que cuando se rocíe a la orilla del río no sólo se llevará el carrizo, sino también cualquier otra planta que encuentre por ahí y por ello -creo yo-, el debate más importante y serio, o donde realmente hay tema para preocuparse, no es el relativo a si se afectará o no a los norestenses fronterizos, sino qué va a pasar con el resto de la vegetación que crece a la orilla del río y con todos los animalitos que ahí tienen su hábitat.
Es un debate poco importante, dirán muchos. Pero conlleva un ánimo más reflexivo sobre el manejo y conservación que debe darse al río y todos sus ecosistemas y -creo yo- que es ese debate el que puede llevarnos más lejos. Ojalá que las autoridades y las organizaciones ambientalistas de la frontera, lo tomen con seriedad y lo resuelvan con bases firmes.
Update: El gobierno de los yunaireds postergó la aplicación del herbicida, en tanto el gobierno mexicano determina si es dañino o no.