Alfonso Reyes, sobre Monterrey, citado por don Alfonso Rubio y Rubio:
“todo fue pugnacidad y ceño, duelo del hombre contra el medio. Un río casi seco, más que río camino de pedruscos, se hincha de pronto y produce inesperados desbordes. Monterrey ha sido inundada y reedificada varias veces. Tal es su fatigosa crónica.
Nada ha faltado a su grandeza. Ni siquiera, en los días aciagos de la invasión, la hazaña heroica y el sufrimiento valeroso. Allá se liquidó una etapa de aquella aventura sin gloria que, fuertemente castigada por la defensa regiomontana, prefirió en adelante escoger otras vías de penetración en el país. La ciudad se levanta luego de sus escombros. Pudo quedarse en categoría de campamento irregular, en pintoresca nidada del contrabando como las que cantan y aun exaltan nuestros corridos populares, rindiendo tributo a la virtud elemental del coraje y a la puntería de los rifleros del norte… Pero la excelencia de aquella gente y la atingencia de algunos inolvidables gobernantes acabaron por transformar la ciudad en la segunda capital del país, alzándola hasta la figura ejemplar que hoy ostenta”.
(…)
“El regiomontano, cuando no es hombre de saber, es hombre de sabiduría. Sin asomo de burla pudiera afirmarse que es un héroe en mangas de camisa, un paladín en blusa de obrero, un filósofo sin saberlo, un mexicano sin posturas para el monumento y hasta creo que un hombre feliz. Por cuanto no hay más felicidad terrena que la de cerrar cada noche el ciclo de los propósitos cotidianos, fielmente cumplidos, y el despertar cada mañana.., con el ánimo bien templado para las determinaciones saludables.”
¡Esa es la actitud! ¡Ahí nos vidrios!