En aquellos años José López Portillo era presidente de México. Yo no sabía de esas cosas, recién había nacido a finales de los setentas, pero un día llegó a casa una noticia: el candidato visitaría el pueblo.
De la mano de mamá llegué primero a la esquina de Allende y Zaragoza. Apenas alcancé a distinguir entre la multitud un autobús blanco. Luego llegamos a la esquina de Zaragoza y Aldama y –no sé si haya sido mi pensamiento mágico de niño, o si realmente así fueron las cosas-, una voz de mujer empezó a pronunciar un nombre: Miguel de la Madrid Hurtado, Miguel de la Madrid Hurtado, Miguel de la Madrid Hurtado.
Yo nunca vi al candidato, sólo recuerdo que entre la multitud se movía despacio una camioneta parecida a la que en aquellos años usaban los llamados Ángeles Verdes.
Eso fue cuando yo tendría apenas unos 3 o 4 años. Hoy, sé que desde entonces ningún otro candidato presidencial volvió a visitar Zaragoza.
Nos leemos luego, raza. Festejen los bonitos recuerdos que guardan de este país.
Jajajajaja, malvado paisano, hiciste que los recuerdos se me vinieran encima y ahora apenas puedo moverme!!!…recordé que cuando terminaba su «mandato» (debí decir «mini dictadura») Echeverría (tan patriota él que ahora se confirma lo que ya sabíamos: tiene tanto amor por la patria que se hizo de algunos de sus mejores terrenos, quesue pa’ sentirse más cerca de ella), López Portillo fué el único candidato postulado. Recuerdo ésto pues hacía apenas dos años que había muerto mi padre, y nos habíamos ido -mi mamá, mi hermana y yo- a vivir a Cuatro Ciénegas, que para mí fue -quitando la tristeza por la muerte de papá- lo mejor que me pudo haber pasado. Pues bueno, era el único candidato, sí, pero, faltaba más!, no por eso dejó de recorrer la República entera para «conocer de cerca las necesidades de la gente, de mi pueblo entero que tanto necesita de un guía, de una esperanza; sentir de cerca ese dolor que por casi 500 años ha sufrido y que hace ebullir mi sangre toda de indignación. Sangre española sí, porque no he de negar a mis ancestros españoles, pero tampoco a Quetzalcóatl, quien es mi guía…» (la cita no es de JoLoPo, digamos que me tomé una pequeña libertad «literaria»). Pues sí, llegó «Don Pepe» (así le decían y así le gustaba) a Ciénegas y todos en el pueblo, de golpe, nos fuimos pa’ la plaza. Yo iba con mi mamá -tenía 11 años- y en honor a papá y a mi abuelo, pudimos colarnos hasta donde estaban todas las «gentes prominentes» del pueblo. Llega el candidato y, encendido, yo aplaudía a rabiar; cuando pasó junto a nosotros, primero saludó a mi mamá y luego me tendió la mano…todo el mundo se paralizó a mi alrededor…no se escuchaba nada absolutamente, más que la voz del candidato y la mía…»jovencito, usté (sic) va a llegar muy lejos»…después del encendido discurso en el que había hablado las glorias del hombre más grande de la Revolución (Carranza; por cierto, mi tío bisabuelo, así que por favor no empecemos con denostaciones vanas) y de los «nobles habitantes que con su esfuerzo y su trabajo seguían manteniendo en alto el nombre y el honor de México», salí de ahí con la convicción de que había conocido -y no sólo conocido, había estrechado la mano!!!- del hombre más noble, del hombre más justo y sabio, del guía que llevaría a este país a las cumbres más altas que Dios, en su infinita sabiduría, había dado a las antiguas tierras del Anáhuac (en ese momento yo no sabía que el Anáhuac era sólo la altiplanicie del Valle de México; en realidad, el único Anáhuac que yo conocía era el de la marca de autobuses de pasajeros) y de que la prueba irrefutable de que eso era verdad era que era, sí, el único andidato postulado; esa era la señal que en los códices los aztecas habían plasmado al profetizar la venida (sin una connotación erótica) de la Gran Serpiente Emplumada…6 años después, yo perdía mi trabajo de part time, tuve que dejar la escuela, y mi mundo cambió…fueron tiempos difíciles pero me hizo convencerme de que, nunca, nunca más, permitiría que alguien me engañara como esa vez…ya «vistess» la bola de babosadas que me «hicistesss» recordar, caón???…jajajajaja!!!…y, QUÉ TAL DURMIÓ????…
Paisano, semanas y semanas que no publicaba nada y el día que publico mira nomás con lo que me sales!! gracias por recordar y por compartir, me has levantado el ánimo bloggero que hasta hace rato traía por los suelos, me has hecho sentir que publicar algo y compartirlo, vale la pena.
Un abrazo, y saludos a Montiel!!
Paisano, gracias a tí…desde que encontré tu blogg he tenido ganas de crear uno, pero la güeva y las broncas y la chamba me han hecho sentir que «no tengo tiempo»…pero, ojo, hace unos días hubo un par de chicas que escribieron recuerdos que les trajiste con tus notas…y en serio que son muy buenas…no, son chingonas!!!…ai’ luego te invito a mi blogg!!!…ah, y por cierto, justo el día que Germán empezó a escribir acerca de Montiel, fuí a un restaurant que estaba en la Torre Mayor (en esos tiempos recién inaugurada)…unos guarros nos hicieron detenernos antes de entrar…en eso salió uno de los hijitos (de su #%&/»¡ mádere) de Montiel; se subió a un Ferrari amarillo nako (eso sí, BASTANTE peloteado, pero Ferrari) y salió escoltado por una Cherokee adelante y dos atrás…pensé: no mames!, traes una máquina de esas para ir entre dos carros siempre???..eso es el colmo de la naquez y la conciencia puerca!!! (todavía no estaban las cosas como ahora)…en fin, muchas gracias por postear, cabrón!!!
pos ya te estás tardando paisano!! Con gusto estaré poniendo por aqui el link a tu blog! Saludos hasta la ciudad más arbolada del mundo y no porque lo diga yo, sino porque ya lo declaró aquella mujer que me quedé con ganas de ver en pose de volcán defeño! jaja
Pos te diré, Paisano, a la que a mí me hubiera ENCANTADO!!! de conocer es a Doña Ignacia Rodríguez (y no sé si estemos hablando de la misma)…ai’ te aviso, por lo pronto, ya te estoy haciendo promoción en el «féis»…te mando un abrazo…y, salucitaaaa!!!…me estoy echando unas cheves a tu «salú» (así decía mi güela «la salú es lo que hay que cuidar»; y agregaría yo: «sí, güela, salú!!!») mientras tanto, seguiré escribiendo otras babosadas pa’ tener material pa’ cuando abra el blogg…
pos deja voy por otra! salucita!!
jajajajaja, ya degradamos ésto a vil chat!!!…pero salú!!!…
no le hace que le aunque, que al cabo que con que jaja
jajajaja, El Norestense ora me salió tabajqueño!!!…arriba Chico Ché y todos los recuerdos!!!…habría que escribir algo a cuatro manos acerca de «los recuerdos nacos de la música chida», jau du llu sí????…
el otro día ya andaba en esas, nomás que me arrepentí! jajaja
bueno, pos podríamos empezaar por ai’…»y yo ya te iba a querer, pero me arrepentí…a ver, cómo, ora resulta que enamorarse es una cuestión de voluntad?; sin embargo, la llego a escuchar en el radio y me acuerdo de las higueras de la Bodega Ferriño; se suponía, aunque éramos Ferriño y mi abuelo y nuestros padres eran socios en cierta medida de la Vinícola, que éramos los «propietarios», pero como había una «dirección» que regulaba la administración de la empresa (casualmente, luego resultó que terminaron «dueños» del negocio, aunque nunca se supo bien a bien por qué y ni siquiera eran ya Ferriño, aunque si descendientes de alguno), NADIE tenía permiso para entrar a las viñas ni a los higuerales. Pero eso, aunque lo sabíamos, tampoco nos quitaba el sueño y tampoco nunca nos impidió que entráramos en las bicicletas como entras a tu casa. Pues resulta que, en un terreno al lado de la cerca de púas, habitaba una pareja de muchachos, recién casados, Petrita y Juan. Una de esas tardes de verano, cuando nosotros nos metimos a «robarnos» los higos y las uvas, en cierto momento se empezó a escuchar esa canción; nos quedamos, mis primos y yo, congelados pues pensamos que nos habían «descubierto» (aunque habíamos entrado por la puerta grande a toda velocidad en nuestras «bicis, y mi abuelo era el administrador de la empresa y nunca me había prohibido expresamente que no lo hiciéramos), pero grande fue nuestra sorpresa cuando vimos que el buen Juanito llegó corriendo, literalmente cayéndose y levantándose para meterse en su casita como alma que lleva el diablo. Primero pensamos que algo malo pasaba…hasta que, desde desde el privilegiado mirador que nos daban las ramas de las higueras, descubrimos, por vez primera, y gracias a que en la ventana no había cortinas ni tampoco postigos, «el gran secreto de la prolongación de la especie»…desde esa vez no fallábamos ni un día a ir a robarnos las uvas y los higos, aunque la mayor parte de las veces, regresábamos con las manos vacías…
jajajaja ahí descubrieron que había otros higos y otras vides. Y en cuanto a las frutas no prohibidas, alguna vez también le entré al robo de duraznos y ciruelas de las huertas de allá del norti, bonita experiencia, aprovechar las mañanas neblinosas para pasar desapercibido entre ciruelos, nogales y durazneros. Que era indebido, cierto, pero éramos niños, sólo nos divertíamos.
es cierto, Paisano, éramos niños!!!…y cómo lo disfrutamos!!!…recuerdo que luego de tragar duraznos, o ciruelos, uvas, higos, chabacanos, nos tirábamos panza arriba, las bicis a un lado, como nuestros caballos descansando, y nos poníamos a mirar las nubes…ah!, cómo soñaba con algún día estar en medio de ellas!!!…surcarlas, sobrevolarlas, caer en picada como un esquiador en la montaña!!!…y luego crecimos, y la gran mayoría de mis amigos y mis primos se olvidó de esos días…al menos, nadie nunca los menciona en las pocas reuniones que hemos podido concretar…pero a mí nunca se me olvidaron, y aprendí a volar ultraligeros y -hasta cierto punto- cumpí el sueño de estar en el cielo…pero aún me falta aprender a volar aviones un poquitito más grandes, sueño con un biplano…y ese es el sueño que persigo…nada de grandes glorias, de muchísimo dinero…sólo poder un día remontarme y cruzar las nubes, una grande, y salir del otro lado con una gran sonrisa…eso, y alguna otra cosa…poquita cosa, como la felicidad…
«…nada de grandes glorias, de muchísimo dinero…sólo poder un día remontarme y cruzar las nubes, una grande, y salir del otro lado con una gran sonrisa…eso, y alguna otra cosa…poquita cosa, como la felicidad…»
Hic! Dibooodobadito… ya me hiciste ponerme melancólico. Salud!
:):):) salucita!!!
Le había perdido la pista al norestense, pero he de decirte que en el año 2009 comencé a ser invitado a un congreso de Derecho del Trabajo que se realiza anualmente en diferentes ciudades de la República, el primer día del congreso me encontraba yo muy apurado en realizar mis necesidades fisiológicas, total corriendo al hotel del lobby me encuentro con un viejecito que camina lentamente hacia el y antes de que pudiese alcanzar la puerta, entré rápidamente, pasó poco tiempo y fue cuando me disponía a salir, que me di cuenta quien era: Miguel de la Madrid, presidente que terminó su sexenio, un año antes de que yo naciera, simplemente le di una sincera disculpa, pero el siquiera podía hablar, se veía que los años en él no han pasado en balde…posteriormente lo volví a ver en San Luis Potosí a la vuelta del año, sin incidentes que mencionar y muy repuesto de lo como se encontraba un año antes.
Entonces, todavía vive?