Por mi raza hablará el Piporro

Los festejos del Bicentenario

In De aquí y de allá on agosto 5, 2010 at 3:47 pm

Hay en las carreteras de Texas, en la mayoría, en cualquier punto, al pie de un árbol, al lado de una banca o cerca, junto a una construcción en ruinas, un panteón o una antigua Casa de Corte; en fin, en muchos puntos, unas pequeñas placas niqueladas con fondo negro, colocadas sobre una base tubular como la de cualquier otro anuncio de carretera.

Si uno se detiene, encontrará que en la placa se describe un hecho de importancia histórica, o se pondera la trascendencia de aquel sitio por haberse desarrollado en él cierto hecho determinante del presente tejano. Son los llamados Texas History Markers.

Un típico marcador histórico en Texas.

Se instalan por (o con la anuencia de) la Comisión Histórica de Texas y, dependiendo del diseño, tamaño o material con que se elaboren, tienen un valor de  entre $300 y $1,500 dólares. Hay más de 1000 de ellos en todo el territorio texano.

Más allá de lo que cuesten, su valor está en lo que contienen y representan: identifican un sitio histórico, un edificio o hasta un árbol y lo explican a quien se detenga a conocerlo, dando así al viajero la oportunidad de saber, como diría el eslogan de cierto canal de televisión, dónde está parado.

Mucho se habla hoy de la opacidad de los festejos del Bicentenario de la Independencia de México y más aun del centenario de la Revolución. Mucho se dice de la falta de planeación y organización de los mismos, de la falta de visión de los organizadores, que a su vez, se quejan uno tras otro de la falta de recursos.

Ignoro cuánto, por ejemplo, se han gastado en la instalación sin ton ni son de la infinidad de anuncios en las carreteras del Noreste para la dichosa Ruta 2010. Sé, sin embargo, que fuera de indicar el rumbo y nombre de una ciudad o pueblo, tales anuncios no aportan más nada. Debiera llamarse entonces Destino 2010 y no ruta, pues se limita a decirte a dónde vas cuando tú ya lo sabes, y no te dicen por dónde, ni mucho menos porqué aquel sitio es de importancia histórica, a menos que previamente lo consultes en la confusa página de los festejos del Bicentenario.

Igual se ubican en la entrada a un pueblo que en la salida, que sobre carreteras con trazos con antigüedad menor a los 10 años, que en sitios de los que uno no sabe más que el nombre y de los que uno se tiene que quedar con las ganas de saber qué fue lo que ahí pasó, o por quién, cómo cuándo y por qué.

La ruta que lleva a cualquier parte sin explicar porqué.

Mucho se habla hoy también, en las grandes ciudades y aun en los pequeños pueblos, de construir plazas conmemorativas o enormes y modernos monumentos para rememorar aquellas gestas que nos constituyeron como la nación que hoy somos; construcciones de vanguardia arquitectónica, con pretensiones de originalidad. Entiendo, claro, que la tendencia es ver hacia el futuro, dejar constancia de nuestra modernidad, en justa conmemoración de lo que 100 ó 200 años después de aquellos días difíciles, hemos logrado.

Pero ante la falta de recursos y de ideas, la mejor fórmula de festejo era la más sencilla: recordar y recuperar la identidad de aquellos sitios que hasta ahora sólo conocemos –a lo mucho- en los libros, si es que somos dados a la lectura, o establecer un simple marcador que nos permita saber no el nombre de la ciudad a la que vamos, sino como dije antes: dónde estamos parados, el porqué de este edificio, quién contra quién en aquel valle, cómo, cuándo y a quién en aquella loma, lugares que aparecerían nuevos ante nuestros ojos pero que siempre han estado ahí, esperando a ser revalorados y redescubiertos.

La fórmula de los Texas History Markers era una buena idea que debimos copiar. Nuestros festejos quizás habrían sido igual de deslucidos, pero al menos habrían aportado algo a la cultura general y al conocimiento de las actuales generaciones.

Los anuncios de la Ruta 2010 seguramente desaparecerán por completo de las carreteras en un par de años. Los verdaderos sitios históricos que hasta ahora nos siguen siendo desconocidos, probablemente todavía permanezcan ahí. Esperemos que dentro de 50 años más, a alguien se le ocurra ser menos original en los festejos.

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  1. Euk,

    Coincido totalmente con tus ideas, las marcas históricas de Texas son un proyecto que se debería adaptar en territorio mexicano. El gran problema que yo le veo es que algunas personas en México (algunos) son muy vulgares, no tienen respeto por nada y sabiendo de la impunidad con que vivimos en el país, pues destruyen lo que encuentran en la carretera para «dejar huella», como por ejemplo el Oso Negro que estaba en la muralla.

    Esa escultura ya no está, la destruyeron a golpes, patadas y batazos. La han vuelto a poner y sucedió lo mismo. Ya son varias veces.

    Qué garantía hay de que si se colocan señales como esas de Texas, ya sean de aluminio, fierro o bronce, vaya a llegar un pelao y la quite para venderla por kilo? Conozco a mi raza.

    Respecto a las señales de la Ruta 2010, sabías que en la Cuesta de las Codornices había un señalamiento que decía «Cuesta de las Godornices», bueno pues lo quitaron y pusieron uno de Ruta 2010.
    Mal, muy mal.
    Un sitio histórico borrado por una marca que no comunica nada.

  2. somos un pueblo sin memoria y sin cultura. acostumbrado a desdeñar todo lo pasado. eso se aplica a casi todo Mexico. sin ir mas lejos, en nuestro pueblo: desaparecio el busto a don Juan L. Garcia que estaba a un lado de la carretera, seguramente estara derretido en alguna fundidora. Han desaparecido tantas edificaciones historicas que databan del siglo XIX y anteriores en nuestra ciudad: esquina de la calle hidalgo y galeana, zaragoza y galeana, escobedo y padre de las casas, juarez y galeana, hidalgo y matamoros, asi como el arco de entrada del panteon municipal, y seguramente habra otras mas en el futuro mientras miramos como la modernidad llega a nuesro pueblito, la cual borra todo encanto y nos convierte en una localidad deslucida y sin atractivo. Ojala que haya conciencia de los habitantes de Zaragoza para preservar lo poco que nos distingue de otros lugares: la homogeneidad de sus construcciones.

  3. Todas esas construcciones eran, en su estilo, bastante peculiares. Particularmente recuerdo un grabado que había en el capitel de la puerta de la casona de Galeana y Juárez, frente a conocida frutería. parecía un musulmán incado, con turbante y con las manos extendidas en forma de y griega, no sé si realmente era eso, pero eso parecía. Recuerdo también el arco del panteón de San Fernando, porque así se llamaba originalmente, con sus columnas de sillar enjarrado, y desde luego la construcción que le llamaban la Cantina de Alto, con su duela de madera. O la otra cantina, que tenía marcado al frontis la leyenda «Año de 1902», construcción también de paredes de adobe anchísimo y altísimos techos.

    Una verdadera pena la pérdida de todas esas construcciones, como atinadamente lo dices, porque nos convierte en un pueblo de un presente cuyos antecedentes se desconocen e inclusive se desprecian. Nos vuelve un pueblo más del montón, sin la magia que en otros pueblos tanto se valora.

    Gracias por compartir tus comentarios, paisano.

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