Por mi raza hablará el Piporro

Filosofando, sólo filosofando.

In De aquí y de allá on junio 8, 2009 at 6:10 pm

Así hemos andado últimamente. Pensando en muchas cosas. Pensando y pensando. No hemos descubierto el hilo negro, es cierto. Todo en la vida ya ha sido descubierto, todo menos lo que uno lleva dentro. Por eso es bueno pensar, porque pensando uno se analiza, se juzga y se condena, se aplaude y se felicita y, sobre todo, uno aprende a apreciarse y a quererse. A valorarse más allá de los juicios que los demás hagan sobre uno. Aprende uno de la vida escuchando lo que la propia vida le cuenta. Pero no la vida de los demás, sino la vida de uno mismo.

Toda la vida he sido medio dado a la contemplación y a la filosofía. Es decir, que he perdido el tiempo pensando cosas, pero al final, así he descubierto a valorar la vida y la felicidad.

En últimas semanas he pensado en muchas cosas, pero aquí les dejaré sólo unas cuantas. Ojalá que las lean todas.

Sobre la vida…

«Lo bueno es que la vida no es eterna», diría yo en otros tiempos. Pero la vida sí lo es. Sigue incluso después de la muerte. Sigue en la descomposición y en la regeneración, en la célula que muere y que luego alimenta a la carcoma, que a su vez, se hará polvo y luego nutriente y luego savia y luego alimento de animal o de hombre. La vida es eterna, ahora lo sé sin duda alguna. Todos viviremos después de la muerte, creyentes o no creyentes, culpables o inocentes. La vida seguirá siempre, sin ti y sin mí, sin nosotros y sin ellos. La vida vuelve y se regenera, porque es simple y sencillamente eterna.

Sobre la vida, sus luchas y la felicidad…

Escuchando una audiocompilación de Sabines, oí un día la frase siguiente: «La vida, está por delante y antes que todo. Estar en ella de pie, cuesta trabajo.» Es cierto. A mis 31 años de estar de pie, sentirse caer es casi como el caer mismo. Pero la obligación de uno es mantenerse estoico, ponerse hielo en las sienes y plomo en los zapatos. Ya no hay de otra. Uno tiene qué seguir. Uno tiene que estar como esos monitos de contrapeso, que sólo se tambalean, pero no se caen. Dios sería el dedo del niño que mueve el monito de un lado a otro. Cuesta trabajo estar de pie en la vida, pero hay qué hacerlo y aunque muchos lo nieguen, sigo teniendo dos grandísimos motivos para ello.

Además, siempre he pensado que el hombre no sólo es pensante, es también sensible y sobre todo, es por naturaleza tendencioso a vivir con alegría y plenitud. Pienso que la lucha de todo humano, la mayor y más grande de todas las luchas, es la lucha por su felicidad, aunque al final, ésta no es eterna sino momentánea, casi de instantes. La felicidad es de un atardecer, de un canto de pájaro, de un acorde de guitarra, de una sonrisa de un niño. La felicidad es la piedra verde que encontramos en el río, la carcajada arrancada por un chiste que dura menos de un minuto, el silencio en el que uno queda cuando en medio del caos del tráfico de la gran ciudad, se detiene en el semáforo, apaga la radio y se queda uno quieto. La felicidad es la caricia de un hijo que nunca te olvida.

La felicidad es pequeña, de eso no hay duda, pero siempre se encuentra. Basta que uno quiera encontrarla. En una sonrisa, en una llamada, en el maravilloso entramado de una telaraña, en las diminutas venas del ala de una mosca, en la voz que te dice «¡papi!» después de semanas de no verte. En el milagro del amor limpio de alguien que sin hablar te sabe decir con sus ojos que se siente amada. Ahí, en esos segundos -y no en la eternidad de la vida- está la felicidad.

Y cuando no está ahí, Dios te la pone en otras partes. En el sol poniéndose sobre el cerro, en el fresco olor de la gobernadora después de la lluvia, en el maravilloso gusano bioluminiscente que apareció de repente -milagro diminuto- al pie de aquél árbol en el que acongojado fumabas un cigarro. Lo más importante es saber que la felicidad está en ti. Basta una vez que la hayas sentido, para que no olvides nunca cómo es, a qué sabe, cómo se disfruta. Y entonces, si realmente la has sentido, sabrás que la felicidad vale por cuanto que es diminuta, instantánea, de detalles y que es necio querer tenerla siempre porque ella es volátil.

Sobre ser maduro, inmaduro o simplemente sensato…

En el epílogo de Demian, novela de mis dilectas escrita por Herman Hesse, encontré hace años la expresión siguiente: «No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros; comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí.» Cuando adolescente, leí esta frase y me llenó. Luego crecí y juzgue las cosas de otro modo. Me parecía una frase que reflejaba inmadurez más que decisión de vivir. A mis 31 años la vuelvo a leer y me vuelve a parecer sensata. Quién sabe.

Sobre la verdad y la mentira…

El otro día, también leí a Catón, como de costumbre. Sabrán ustedes que las referencias a Catón ya son clásicas en este Blog. De él leí esta frase: «La equivocación de todos suele dar más tranquilidad que la verdad de uno solo.»  Tiene razón Catón. A veces uno decide hablar sobre la verdad y ser honesto viviendo en la. Pero a veces el mundo no está preparado para esa verdad y le molesta. Entonces el mundo exije que esa verdad sea acallada y que todo mundo vuelva a la mentira. La mentira le da tranquilidad al mundo, muchísima más tranquilidad que la verdad de uno solo.

Luego le seguimos, raza. Yo me voy por mi te de yerbaniz.

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  1. […] : "http%3A%2F%2Felnorestense.com%2F2009%2F07%2F20%2F493%2F" } El otro día, escribí por aquí algo sobre la felicidad. Hace unos días, Catón dijo esto en […]

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