Ayer domingo fui al Saltillo, así llamaba mi padre -liberal de ideas y conservador de habla-, a la hermosa capital de mi estado. En modesto restorán, degusté riquísima paella y rematé con postre de capirotada, mientras un trío de jóvenes con cara y actitud de universitarios rebeldes, entonaba sones cubanos, canto nuevo y remembranzas al Ché Guevara.
Yo amo Saltillo. Vacacionaba ahí cuando pequeño. En compañía de mi padre, gocé un día de comprar fresas con crema en la Alameda y luego hicimos el tradicional recorrido por la calle de Victoria, hasta la plaza de Armas. Jugué varias veces en la fuente que está frente a Palacio y disfruté la historia de esas calles contada por papá…. «en esta casa estuvo Hidalgo, en esta otra Benito Juárez, aquí se suicidó el gobernador…» el mundo de la historia contada por mi padre, era la mejor de todas las leyendas; y, al medio día, papá y yo comíamos tacos en la contraesquina del García Carrillo.
Cuando mayor, soñé con estudiar en Saltillo como lo habían hecho ya el resto de mis hermanos. Quise ser egresado de Jurisprudencia, tener una graduación en el paraninfo, una misa en Catedral y luego invitar a mi padre a tomar un café y volver a caminar por esas calles el día que me entregaran mi título. Un sueño incumplido, ciertamente… Dios quiso que las cosas fueran distintas.
Ayer que estuve ahí, recordé esos sueños que ahora son sólo añoranzas. Mientras iba de Alameda a plaza de Armas, quise sentir que mi padre iba conmigo y busqué escuchar sus pasos y oír el histórico discurso de su voz. Pero ahora me tocó ir solo. Por la remozada calle de Victoria, me fui pensando si un día, el lugar que ocupó mi padre lo ocuparé también yo. Y si un día llevaré de la mano un cuerpo infantil de carita sonriente y maravillada -o quizás dos-, al que contaré las historias que papá contaba para terminar comiendo juntos en cualquier modesto restorán, sonriendo felices un día normal. No lo sé. Lo deseo profundamente, es cierto. Pero es que hay veces que uno desea… y Dios, simplemente quiere que las cosas sean distintas.
Ayer domingo fui al Saltillo… y creo que todavía sigo ahí.