-Antes eran otros tiempos- dijo mi mamá con parsimonia. –Uno podía amarrar al perro con longaniza y no se la comía, remató, arrancando carcajadas en la concurrencia de aquella tarde en la cocina de la casa, donde se trataba el espinoso asunto del robo de la camioneta usada para las faenas del rancho.
Luego siguió hablando de la cercanía de la cuaresma, de los chicales y los nopalitos y del tiempo de flor.
– ¿Tiempo de flor? pregunté.
– Sí, tiempo de frío, tiempo de calor y tiempo de flor.
– Aaah, ya veo, primavera!, dije yo. Ese no me lo sabía. En mis tiempos nada más había dos tiempos: el de frío y el de calor.
– Pues es que ya la gente se ha vuelto muy güevona, hijo. Son 4 tiempos: tiempo de frío, tiempo de flor, tiempo de calor y tiempo de cosechas.
Y ya no le seguí. A mi mamá nadie le gana. Me hice un taco de mantequilla con una tortilla de harina recién hecha y me quedé callado.
¡Nos leemos luego!