Si me voy este otoño
entiérrame bajo el oro pequeño de los trigos,
en el campo,
para seguir cantando a la interperie.
No amortajes mi cuerpo.
No me escondas en tumbas de granito.
Mi alma ha sido un golpe de tempestad,
un grito abierto en canal,
un magnífico semental
que embarazó a la palabra con los ecos de dios,
y no quiero rondar, tiritando,
mi futuro hogar,
mientras la nieve acumula
con ademán piadoso
sus copos a mis pies.
Yo quiero que la boca del agua
me exorcise el espíritu,
que me bautice el viento,
que me envuelva en su sábana cálida la tierra
si me voy este otoño.
Enriqueta Ochoa
(Murió hace unos días, pero este norestense despistado se acaba de enterar. Vaya hasta donde esté la mujer, este homenaje. A la lagunera, coahuilense, norestense, poeta grandísima y sencilla que siempre fue y que un día pidió, con un poema humildísimo y bello, ser sepultada bajo el oro pequeño de los trigos. Como poeta que era, creyó morir en otoño… y en otoño murió.) Descanse en paz.