Si mi papá viviera hoy cumpliría años. Murió hace 11 y yo todavía lo recuerdo como si fuera ayer que platiqué con él por vez última. Todos los días me acuerdo de él y, a veces, todavía me pone triste su ausencia y lloro.
Hay pocas personas a las que recuerdo y pienso todos los días, mi papá es una de ellas. Eso implica -creo yo- que fue un buen padre.
Además, le debo mucho de lo bueno que yo soy y mucho de lo bueno que tengo: me enseñó a trabajar con honradez, esfuerzo y disciplina, a ser respetuoso, paciente y tolerante y, sobre todo, me enseñó a ser libre de pensar y decidir.
De él, aprendí también que no hay cosa más gratificante en la vida que servir a los demás, en particular, a aquellos que más lo necesitan, vocación de servicio difícil de aprender en estos tiempos.
Cuando me vio listo, me dejó ir a hacerme responsable de mi vida y sin embargo me seguía cuidando desde lejos. Hablábamos poco a veces y en otras peleábamos mucho, pero siempre fuimos amigos, con una especie de amistad que se sabe que existe pero se calla.
Con su muerte, llegada para mí demasiado pronto, me enseñó también que la vida sigue en el recuerdo y en las obras y que en los valores que se inculcan trasciende más allá de lo corpóreo y que en la memoria de los que te aman la muerte no existe y todo es vida y felicidad en el recuerdo.
Si mi viejo viviera hoy cumpliría años y aunque murió hace 11 años yo le felicito porque sigue en mí, en cada cosa buena que a mi vida le pasa.
Gracias, papá.
Gracias por compartir compadre.
🙂
Los recuerdos nos hacen volver a sentir los momentos, jamás olvides lo bueno en nuestras vidas.
Abrazos Euk!
La muerte de nuestros padres siempre llega demasiado pronto.
La mejor manera de honrar su memoria es siguiendo su ejemplo y ser las personas que ellos quisieron que fueramos.
Saludos.