Si en un blog se pudiera escribir con oro un nombre, yo inscribiría aquí el de Octavio Paz.
¿Pero qué importa si su nombre no está en oro, si está escrito con poesía en los ojos de tres generaciones?
¿Qué importa si su nombre no luce tampoco en las paredes del Congreso, junto a Sor Juana, Madero o Justo Sierra, si brilla más en la memoria de los mexicanos de bien?
Quédense pues los muros del congreso y este blog sin su nombre en oro, porque éste brilla en lugares más dignos: lo escribió con su tinta en la conciencia de los hombres buenos y, sin derramar sangre, está incluido, mejor que un prócer, en la más buena historia contemporánea de México.