Por mi raza hablará el Piporro

Zaragoza y la democracia, o de cómo un pueblo alcanzó la madurez política. (Tercera parte)

In Zaragoza on junio 11, 2010 at 12:57 pm

Después de los eventos del 5 de Mayo de 1992, la noción de la política en el pueblo había alcanzado otra dimensión. Ya no correspondía su práctica sólo a los líderes de los partidos y a los partidarios de siempre, pues el pueblo había descubierto el peso específico de su voluntad, ejercida fuera de los esquemas dictados por lo políticamente correcto.

Además, en el país habían empezado a soplar vientos distintos. El priísmo había visto morir a su mejor candidato para la presidencia de la República en las elecciones del 94 y el que fuera el mejor de los priístas, Carlos Salinas de Gortari, había dejado al País hundido en una realidad que hasta el último día de su sexenio nadie alcanzaba siquiera a vislumbrar.

En el ámbito municipal, terminadas las funciones transitorias del concejo municipal del 92, el Congreso designó a Ervey Zulaica como alcalde interino y en las posteriores elecciones la alcaldía fue ocupada por el doctor Eleuterio Villalobos, a quien tocó vivir un primer periodo en el que la comunidad no veía ya con el mismo respeto –y mucho menos con sumisión- la figura del alcalde, dejando una sensación de vacío institucional. El PRI, además, estaba todavía más fracturado que en los días posteriores al 5 de Mayo del 92.

El descontento contra los hechos de los priístas en el país y los hechos de los priístas en el municipio, sumados a la nueva conciencia democrática de los ciudadanos comunes, abría nuevas oportunidades para los principales partidos de oposición.

El PAN supo aprovechar la oportunidad. En las siguientes elecciones, no dudó en arriesgarse a ir a la campaña por la alcaldía con un candidato totalmente ajeno al partido, pero sin duda cercano a los ciudadanos comunes, esos que recién habían descubierto que eran quienes en realidad mandaban. Con esa buena decisión, atraía a los ciudadanos que normalmente no tenían una militancia determinada y de paso se hacía de los votos de los otrora priístas quienes no sentirían culpa al votar por un hombre que, del todo, no era panista.

Para 1997, Matías Berrones Velarde, un hombre sencillo, desinteresado de la política y hasta entonces dedicado de lleno al trabajo en sus propios negocios, era en suma el prototipo de aquellos que años atrás habían salvado la pública dignidad y por ello habría de ser presidente. Por vez primera en el municipio, el PRI perdería las elecciones.

De la mano de Villa Unión y de Torreón, Zaragoza  inauguraba una importante etapa de alternancias partidistas en las municipalidades de Coahuila que, a la sazón, darían impulso a la postulación y triunfo de Vicente Fox en las elecciones federales del 2000. Esto último para los zaragocenses no sería una gran sorpresa (dimensión guardada), sino el resultado de algo que desde 1992 se veía venir, el priísmo perdería su hegemónico dominio por el descontento social que habían ido acumulando, tan pronto quedara superada la democracia paternalista del “vote así”.

Las cosas en el país habrían cambiado, pero en Zaragoza innegablemente lo habían hecho años antes, orgullosamente, desde lo local. Luego de Matías Berrones el priísmo recuperaría la presidencia municipal, que hasta ahora no ha soltado, pero lo que no se perdería sería la conciencia de que son ciudadanos los que con su voto eligen a un ciudadano por sus propias cualidades, más allá de las filiaciones partidistas y de los planes de los partidos.

La democracia en Zaragoza, había madurado.

  1. Tengo mis dudas respecto a si Colosio era el «mejor» candidato.

    Sigo leyendo.

  2. Me gustó eso de «la democracia paternalista del Vote Así».
    Tienes mucha razón!

    Las alternancias fueron constantes en ciertas regiones del estado por algunos períodos, cómo me gustaría que fuera otra vez así.
    El Caciquismo se gesta en tan poco tiempo.

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