Por mi raza hablará el Piporro

¡Enhorabuena, Monclova!

In Coahuila, Tamaulipas on febrero 10, 2010 at 11:56 am

Humberto Moreira -sabrán ustedes- no siempre es santo de mi devoción. La cultura, sin embargo, sí lo es. Por eso este día hacemos de tripas corazón y nos ponemos de pie (aunque ya lo estábamos, nada más que protestando), para brindarle un fuerte aplauso por ese “cumplido” que hace al pueblo de Monclova: un teatro para la ciudad.

Con bombo y platillo, merecidamente se entrega a la antigua capital del Estado ese espacio digno para que su gente aprecie y cultive las artes bellas, y se coloca así al centro de la Coahuila en la ruta de muchos espectáculos que antes le rehuían por su limitada infraestructura.

Quiera Dios y sobre todo la gente de Monclova, que los espectáculos inaugurales sean, en efecto, sólo el comienzo de muchos otros que a la sazón se vuelvan ordinarios por frecuentes en ese Teatro y, que a la vez, sirva ese recinto como espacio para que los monclovenses adentrados en las actividades artísticas y culturales puedan hacerse presentes en su pueblo.

Quiera también la administración de ese nuevo espacio, que éste sea lugar abierto y amigable para todo el pueblo y no se convierta en casino de lucimiento para la élites sociales.

Si algún día los administradores de ese espacio llegan a pasar por aquí, he aquí mis parabienes y un consejo: no olviden ustedes que la cultura, como fuente de riqueza intelectual y espiritual, ha de estar siempre al alcance de todos, no necesariamente en cantidad, pero al menos en calidad, y ha de ser prioritaria ante muchas otras inversiones.

Ejemplo de ello lo tenemos –no tan lejos-, en el Centro Cultural de Nuevo Laredo, donde hasta hace apenas un par de años (y de no ser porque alguien pensó que el recorte presupuestal debía empezar por los gastos en la cultura), se organizaba a instancia del Ayuntamiento un encuentro anual de danza contemporánea al que acudían las mejores escuelas y casas de danza del País y, como espectadores y alumnos de los talleres, centenares de personas de todas las edades y condiciones sociales.

A mí me dolió saber que ese encuentro no se celebraba más por razones de austeridad gubernamental y, seguro estoy, más dolió al pueblo de Nuevo Laredo que puntual esperaba su celebración cada año, e inclusive a algunos de las maestras y maestros que por amor a la danza, más allá del emolumento, gustosos compartían con el pueblo de Nuevo Laredo sus conocimientos y experiencias, adentrándolos así en el mágico mundo de la danza escénica.

Pero volviendo al punto, enhorabuena, pues, al pueblo de Monclova y haciendo de tripas corazón, un aplauso para el buen tino del profe Moreira.

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